Había una vez una jovencita nacida en California que llegó a vivir en el palacio al lado de su príncipe pelirrojo después de mucho andar y desandar el mundo.  Así podría comenzar una biografía escrita por un narrador de cuentos. Pero hoy las historias se viven en presente y la de Rashel Meghan Markle, como la llamó la reina Isabel  en el comunicado donde daba su consentimiento a la boda, apenas acaba de comenzar.

Quizás la imagen más elocuente de este enlace no sea el beso, sino el recorrido en solitario de la novia desde la entrada de la capilla de San Jorge, edificio construido en el siglo XIII, hasta la mitad de la nave donde la esperaba su suegro, el príncipe Carlos de Inglaterra. Meghan ratificaba en ese momento ante el mundo que esta era su propia decisión que no necesitaba de un padre que la secundara.  Cerca de ella estaba otra mujer, Doria Ragland, también en solitario, discreta y elegante para no desentonar, pero a la vez alejada de un mundo de normas y rituales que nada tiene que ver con su sencilla vida en California. No quiso disimular sus orígenes pero tampoco desentonó por alguna actitud soberbia. Ella hizo olvidar el paso equivocado del padre de Meghan y las excentricidades de los medios hermanos de la novia.

En la capilla de San Jorge también recibieron la bendición nupcial Eduardo VII y la princesa Alejandra de Dinamarca en marzo de 1863; el príncipe Eduardo de Wessex, el hijo menor de Isabel II, y Sophie Rhys-Jones en 1999 y en 2005, en una sencilla ceremonia, recibieron la bendición más no celebraron su boda, Carlos de Inglaterra  y Camilla, duquesa de Cornwall. En esa misma iglesia fue bautizado Harry, hoy duque de Sussex.

El vestido en el banquillo

Clare Waight Keller, directora artística de Givenchy, fue la seleccionada para este traje, que para muchos representó el estilo y el espíritu de  Meghan, sencillo, clásico, limpio y sin complicados adornos. Todo se resumía al corte y al patronaje, nada fácil a pesar de su simpleza, cuando de materia de moda se trata porque no hay posibilidad de ocultar ningún error. A través de este modelo la novia enviaba otro mensaje: sus funciones como duquesa estarán acompañados de la sinceridad. El protocolo será respetado pero podría saltárselo cuando la situación así lo exija.

Pero si bien, muchos aplaudieron el modelo, otros como es el caso de Emilia Wickstead, quien ha vestido a varios miembros de la realeza, entre ellos la duquesa de Cambridge, señaló que era un plagio de uno de sus modelos, posteriormente se retractó. El comentario tampoco es justo ya que se trata de una creación bastante básica, que recuerda a Audrey Hepburn, fanática de las líneas limpias. Ya en los 60 Hubert de Givenchy había presentado un traje parecido. Clare Waight Keller es la primera mujer en dirigir Givenchy, casa para la cual trabaja, y ha servido para subrayar el feminismo de esta duquesa del siglo XXI.

Harry, por su parte ha sido un novio atento a los detalles. Él sugirió las flores del bouquet, allí estaban las rosas y los nomeolvides que le encantaban a Diana y la florista Philippa Craddock lo transformó en un detalle delicado que después de la fiesta rindió honores a la tumba del soldado desconocido, una tradición sembrada por la Isabel Bowes-Lyon, la reina madre y bisabuela de Harry. Cuando se casó con el príncipe Alberto, luego Eduardo VII, colocó su ramo para homenajear a su hermano fallecido durante la I Guerra Mundial.

El velo es otro de los símbolos de las funciones que podría asumir Meghan y pues se vincula a la Commonwealth. Esas flores que cuajaron el tul no sólo eran adorno, significan la importancia de esas naciones para la monarquía.

Para todos

La solidaridad, lo multicultural y el Nuevo continente han estado presentes en la boda del año y será el sello que recuerde que esa celebración nupcial abrirá relaciones a la monarquía por excelencia del siglo XXI. Harry y Meghan, al igual que lo hicieron William y Catherine, quisieron en ese día tan especial apoyar a las instituciones que apadrinan, razón por la cual, los regalos se destinaron a organizaciones benéficas, entre ellas una ubicada en la India que trabaja por  la educación e higiene de las niñas, Mina Mamila Fundación, Children’s HIV Association y la ecológica Surfers Against Sewage. Estas organizaciones responden  a las inquietudes de los duques que sienten que apoyar a la infancia, a la mujer y a la protección del medio ambiente son puntos esenciales para lograr cambios.

La comunicación es otro aspectos que se ha querido destacar en Meghan, razón por la cual su escudo hace alusión a ellas a través de unas plumas y un ave con su pico abierto.

La pareja vivirá en una residencia ubicada dentro del complejo del Palacio de Kensington, Nottigham  Cottage, que tiene dos dormitorios, un salón, un comedor y una cocina distribuidos en 125 metros cuadrados. Anteriormente la ocuparon los duques de Cambridge entre 2011 y 2013.

Los duques de Sussex, ella es la primera mujer en llevar ese título, han creado expectativas sobre sus acciones futuras. El hecho de  gustarles estar cerca de la gente podría generar muchos cambios en la institución que ya comienza a mostrar que sus miembros se preocupan por la gente y que no viven de espaldas a la realidad.

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