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Lorenzo Vigas: “Eres más libre cuando defines tu propio camino”

En su necesidad de contar historias, decidió un día dejar la Biología Molecular para dedicarse al cine. El tiempo le dio la razón. Su primer largometraje lo hizo acreedor del León de Oro en el Festival de Cine de Venecia con Desde allá, una película honesta y personal que coloca en la mira las propuestas made in Latinoamérica

Escribe ALEJANDRO CELEDÓN MENDOZA
Fotografía ALEXANDRA BASS / CORTESÍA DESDE ALLÁ FILMS / GETTY IMAGES

Extraña ir al cine, dejarse llevar por la historia, por el embrujo de las luces apagadas, por la gran pantalla, por el sonido fidedigno. Aclara que trata siempre de no perderse las mejores películas del año, pero en este le ha costado; el 2015 ha sido distinto. De las últimas que vio le gustó Escuela de sordos, un documental en el que no se dice una sola palabra; sin música, hay solo gestos, además de los rumores del ambiente.

La culpa de este ausentismo involuntario de las salas de proyecciones recae en Desde allá, su primer largometraje; ese que lo condujo a marcar un hito en la historia del séptimo arte, no solo de Venezuela, sino de Latinoamérica entera; al punto que ya muchos hablan de una nueva ola del cine latino, cada vez más presente en los grandes certámenes internacionales.

“Tenía esperanzas de ganar algo, pero no esto”, reconoció Lorenzo Vigas (Mérida, Venezuela, 1967), un día después de recibir el León de Oro en la 72ª edición del Festival Internacional de Cine de Venecia. Ahora su nombre aparece junto al de Luis Buñuel, Luchino Visconti, Ang Lee, Akira Kurosawa y Lawrence Olivier; por solo mencionar algunos de los cineastas que también han sido premiados en la Mostra.

¿Cómo lo hizo? El hijo de Oswaldo Vigas, el recordado maestro de las artes plásticas, no se demora ni se extiende al momento de explicarlo: “Con trabajo”. Eso sí, aclara que desde el primer instante, se propuso realizar una pieza para ser presentada en los festivales de prestigio. “Pudo no llegar; mucha gente trata y no lo logra. Me siento muy afortunado”, nos dijo.

Ese primer encuentro

Lorenzo cuenta que a los 15 años su padre le regaló una cámara de video. Empezó entonces a crear películas caseras con sus amigos; hasta filmó un documental sobre una exposición del maestro Vigas en el Museo de la Moneda de París, que sería visto luego en la pantalla chica venezolana. Sin embargo, algo de tiempo pasaría antes de tomar la decisión de hacer del cine su oficio. Estudiaría Biología, porque mucho le interesaba saber cómo somos por dentro, de qué están hechos los animales; lo que no solo se esforzó en aprender, sino a su vez en mostrar.

Tras el exitoso programa de documentales “Expedición”, transmitido en la década de los ochenta por Radio Caracas Televisión, yacía su lente. Mas aquella primera experiencia como director nada tendría que ver con su narrativa, con sus obsesiones; esas llegarían después.

Empeñado en seguir desentrañando los misterios de la naturaleza, decidió irse a Boston para cursar una Maestría en Biología Molecular. Fue allá, en la llamada Atenas estadounidense, donde se dio cuenta de que conocer en detalle las instrucciones genéticas de los organismos vivos, no llenaría esa necesidad grande, vasta, imperiosa, de contar historias. Así que le dijo adiós a los métodos microanalíticos.

Dos talleres en la Universidad de New York; y aprender de guiones con el mexicano Guillermo Arriaga, autor de las célebres Amores Perros, 21 Gramos y Babel; conformaron, por decisión propia, su formación cinematográfica. “Creo”, arguye, “que al igual que la pintura, no se trata de un oficio que se estudie como carrera. A veces la academia te echa a perder, te dice cómo hacer las cosas, y es mucho más interesante descubrirlo por ti mismo. Eres más libre cuando defines tu propio camino”.

El espejo pintado

Desde allá forma parte de una trilogía, que con la paternidad como eje central, inició con Los elefantes nunca olvidan, cortometraje mostrado en Cannes en 2004; y culminará con La Caja, su próximo proyecto. Tras el éxito en el festival italiano, primer destino de su periplo, siguió su recorrido hacia el de Toronto, San Sebastián, Biarritz y el del BFI (British Film Institute) de Londres, el más importante del Reino Unido.

La cinta, que podrá ser disfrutada en Venezuela a principios de 2016, plantea la relación de dependencia entre dos personajes muy disímiles; un homosexual maduro, pudiente, dedicado a reparar dentaduras postizas, interpretado por el chileno Alfredo Castro; y un joven de la calle, encarnado por el novel actor venezolano Luis Alejandro Silva, en quien nace el afecto por ese hombre taciturno.

“Explora emociones compartidas por todos los seres humanos”, dilucida. “Tiene que ver con la figura del padre, con las carencias. Quien la vea sentirá algo porque en algún momento de su existencia habrá vivido una situación similar”.

Aunque pudo rodarse en cualquier otra urbe latinoamericana, Vigas eligió Caracas. “Soy venezolano y la conozco mejor que otras ciudades”, fue su primera razón; la segunda, consideró que la actual tensión social del país le daría “innegablemente” una capa extra, particular. Perfeccionista, repitió ciertas tomas más de 25 veces hasta lograr el nivel actoral deseado. “Es algo con lo que estoy tratando de vivir; nada fácil para mucha gente del equipo. A lo mejor prefieren un director que hace dos o tres tomas y chao. No es mi caso, pero esto es lo que hay”, remata.

El cine que a mí me gusta

Si bien respeta la existencia de una cartelera comercial; “necesaria es”, reflexiona; él se decanta por una propuesta más íntima. El cineasta cree que el punto de partida debe ser personal, con relatos que cuenten algo de la humanidad. Esos son sus temas, sus obsesiones; “yo no las escojo”, confiesa, “sino ellas a mí”.

Debe ser por eso que a los 20 años se estremeció cuando descubrió a Ingmar Bergman, el talentoso director sueco; que en la actualidad se decante por el trabajo del turco Norbil Ceylan, uno de los jurados en Venecia, del francés Bruno Dumont, y del austriaco Michael Haneke. Entre propuestas no tan lejanas, se queda con las de la argentina Lucrecia Martel y el mexicano Michel Franco; y si le pedimos que mire todavía más de cerca, celebra esa conexión que La hora cero de Diego Velasco, Hermano de Marcel Rasquín y Pelo malo de Mariana Rondón lograron con la audiencia venezolana.

Para él, una película es buena cuando logra que el espectador acepte como real lo que ve en la pantalla. “Pocas lo consiguen. Cuando esa magia ocurre es maravilloso, no solo para mí, sino también para cualquier espectador; significa que realmente funciona. Me encantaría que las mías tuvieran ese efecto”.

Lo que viene

Este 2016 estrenará «El vendedor de orquídeas». El proyecto lo tiene muy emocionado, pues se trata de un documental sobre su padre, con quien tuvo siempre una relación afectuosa. Luego debe dedicarse a terminar el guión de La Caja. “Si haces una buena cinta quieres que la próxima sea mejor. Hay mucha expectativa, pero tengo que lidiar con eso”, admite.

La llevará a cabo de la misma forma que ejecutó «Desde allá»; se mantendrá fiel a sí mismo y se apoyará en talentos con los que comparte una visión muy similar de la vida; aquí surge nuevamente el nombre del mexicano Michel Franco, y el de los venezolanos Rodolfo Cova y Edgar Ramírez.

La jornada seguramente será intensa. Debe hallar locaciones, decidir el arte, pensar cómo grabar; para que, paradójicamente, cuando llegue al set se olvide de eso y se deje llevar. “Entro como en una especie de trance”, revela, “y todo pasa a ser instintivo; es el momento más increíble porque es cuando la película se hace”.


Lorenzo en breves

Una ciudad imposible de olvidar: Caracas
Un error recurrente: El querer siempre mejorar lo que ya está bueno
Una película: La pianista de Michael Haneke
Un Objeto: Una tabla de windsurf
Un sueño: Venezuela en un mundial de futbol

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