Escribe TOTO AGUERREVERE / @totoaguerrevere
Caricatura RAYMA SUPRANI / @raymacaricatura
Cuando a un celular se le comienza a acabar la batería, apaga ciertas funciones para ahorrar energía. Por ejemplo, te deja tomar fotos pero no permite que utilices el flash. Así le pasa a mi cuerpo cuando llego a la playa. Es tan inteligente que me deja operativo solo para echarme, voltearme y abrir una cerveza. No puedo quejarme, ser una persona low-bat es mi idea de perfección playera.
Como yo, millones de personas adoptan esa actitud low-bat en la playa. El problema es que no nos conocemos. Por desgracia, tendemos a irnos de vacaciones con gente que llegan cargados de energía. Los low-bat despreciamos a esas personas porque no nos dejan practicar el deporte de hacer nada en paz. ¿Esa gente que busca señal de celular en un tepuy? Así pero en traje de baño.
Los low-bat no podemos entender cómo somos amigos de Federer Wannabe, por ejemplo. Él es el típico que no ha terminado de poner su toalla sobre la arena cuando ya pregunta: “¿Pendiente de unas paletas?” Para un low-bat bien pueden ser las paletas de un desfibrilador. El único momento divertido en un juego de paletas es cuando Lola Saltarina le pide a Federer Wannabe que le enseñe a jugar. Los low-bat amamos a Lola Saltarina.
Luego está El Salpicón. La mayoría de nosotros entra al mar como si éste fuera un whisky con soda, un trago a la vez. Todo el mundo sabe que en ese momento el low-bat está haciendo pipí pero nos hacemos los locos. La desgracia es que justo cuando tenemos más frío llega El Salpicón a echarnos agua en la espalda. Cuando esto pasa, le deseamos a él un futuro donde siempre le salga agua helada en la ducha.
Ya que El Salpicón nos arruinó la experiencia acuática, no queda de otra sino volver a nuestra cómoda silla de playa. Como siempre, hay que sacar a golpes a Frasecitas, el único adulto que sigue diciendo “el que va de Villa pierde su silla”. Quitarle a un low-bat su campamento es interrumpirle su placer de hacer nada, compensado únicamente cuando viene a ser consentido por Lola Saltarina, Lola Inflada, Lola Natural, Lola Bella y Lola Imposible.
Estar alrededor de nuestras amigas las Lolas es el mejor momento para los low-bat en la playa. Salvo cuando una de ellas grita en voz que ensordece a las gaviotas: “¡Ay para veeeer!” Jamás entenderemos la excitación de las Lolas con un buhonero que les vende los mismos zarcillos que les va a ofrecer el otro que viene en camino. En el momento “mercado persa” odiamos a las Lolas, porque no solo se vuelven locas, también nos quitan real.
El Sol se pone en la playa y todos los insufribles se han echado a nuestro lado para descansar un rato. Momentos de paz en los que la cerveza está en su punto, Lola Saltarina se rascó y la conversa está como ha debido ser desde la mañana. Pero uno no dura low-bat para siempre y los papeles se alternan. Con la primera estrella, no hay low-bat que no empiece con “¿pa’ donde vamos esta noche?”. Completamente recargados en el momento preciso del día. Para que sean serios los demás.