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La clase del espíritu

Hace más o menos tres años, Leopoldo me comentó en una de nuestras largas conversas, que había escrito un libro. Le pregunté que dónde estaba, y acordamos que me lo enviaría capítulo por capítulo. Así fue mi primera lectura de Vidas que conocí; por entregas

Escribe Caresse Lansberg
Fotografía Rafael Méndez
Portada Oscar Todtmann Editores

Es muy significativo que en este momento de nuestra historia social, cuando estamos todos muy conscientes de que nuestra forma de vida ha cambiado brutalmente -al punto de sentirnos en peligro de extinción-, aparezca Vidas que conocí (OT Editores, 2016) de la pluma de Leopoldo Fontana.

Mi mamá me decía siempre: “Cuando estés triste o tengas una duda, mírate al espejo y recuerda quién eres”. De eso trata este libro. A través de sus memorias, muy bien documentadas, Leopoldo nos coloca en el contexto histórico de la época, ofreciéndonos así un espejo para recordarnos quiénes somos.

A través de la existencia de cinco mujeres: Madame, Mama Inés, Anita, Marta, y Marina, Leopoldo, como participante y observador que ha sido de nuestra sociedad, nos remonta a un tiempo no tan lejano, y con su prosa descriptiva y elocuente como una conversación, nos recuerda quiénes somos, cómo fuimos y de dónde venimos.

Vidas que conocí es una memoria de la Venezuela de nuestros padres y abuelos, de cómo vivían, cómo decoraban sus casas, cómo recibían a sus invitados, de la gastronomía y los platos de moda, de las mesas fabulosas, de los jardines toldados para las grandes fiestas, de las escuelas y universidades a las que enviaban a sus hijos, de sus principios y valores. Sobre todo, de la importancia que daban a la educación, al trabajo y a la honestidad.

Eran tiempos en los que se cerraban negocios con un apretón de manos, y la palabra de un caballero era su carta de honor. Las vidas transcurrían, por lo general, sin sobresaltos, y no en el caos y la anarquía de hoy.

La vida familiar también era diferente, los grupos eran más unidos y se visitaban casi todos los días, viajaban juntos y estaban pendientes de todo lo que transcurría en su  entorno. No existían Internet ni Whatsapp, ni las aplicaciones que en la actualidad nos permiten contactarnos, pero que terminan eliminando la necesidad del encuentro personal. Para saber de alguien había que trasladarse y hablar.

Narra anécdotas de la Revolución Restauradora y el gomecismo, de las guerras europeas, la elección del Papa Paulo VI, del Mayo francés, de su retorno a Venezuela y del devenir de las familias prominentes de la sociedad caraqueña.

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En este libro hay recuerdos de su vida en París, de su experiencia transformadora con el psicoanálisis, historias de cenas románticas en el Gran Vefour y la Tour D’argeant,  giras por la campiña francesa y otras partes de Europa, al  tiempo  que nos cuenta como transcurría la vida cotidiana en las grandes casas caraqueñas y, sin querer, relata la transformación urbana de la capital y la migración del Centro al Paraíso y de allí al este de la ciudad.

En tiempos de crisis es reconfortante que recordemos ese proceso de nuestra historia social cuando la vida era más tranquila, humana y bella. En que salíamos sin preocupación y las mujeres nos poníamos nuestras mejores galas y prendas para brillar con ellas.

De ser una sociedad pequeña donde todo el mundo se conocía, pasamos a ser un país industrial alimentado por el petróleo. Venezuela llegó a ser de avanzada en las artes, la arquitectura, la ingeniería, el teatro, la poesía, la literatura, las ciencias y la medicina.

Al mismo tiempo, existía un espíritu modernista, comprometido con el progreso que se manifestaba en los movimientos de responsabilidad social surgidos de la empresa privada, que dieron origen a instituciones como el Dividendo Voluntario para la Comunidad, el Hospital Ortopédico Infantil, la creación de universidades privadas y la aparición de un sinfín de fundaciones benéficas. El Bolívar era una de las monedas más fuertes del mundo y eso facilitaba las cosas.

¿Y quiénes eran los grandes visionarios y filántropos que apoyaban todo esto? Eran los señores de esa sociedad, sus esposas y sus familias. Eran los líderes empresariales de las grandes compañías que sentaron las bases de un país de cara al futuro.

Esa Venezuela que narra Leopoldo en su libro nunca volverá tal y como fue, más  estoy segura de que vendrá otro país diferente, que sabremos disfrutar, pero que viviremos con otra consciencia y desde otras perspectivas.

Conocí a Leopoldo Fontana en una fiesta en 1976. Estaba sentado en un sofá observando. Yo me senté a su lado y como dice él, hubo un click instantáneo. Desde ese momento se inició una conversación entre ambos que aún no termina. Esa noche me vaticinó: «No sé si vas a tener una vida feliz, pero tendrás una vida muy interesante».

Nuestra amistad es una hermandad. Leopoldo y Rafael han sido mis hermanos a través de todo lo bueno y lo malo que he vivido, han sido testigos de nacimientos, bautizos, graduaciones y matrimonios, de logros y frustraciones en mi familia.

En uno de los peores momentos de mi vida, cuando yo me obligaba a salir para no dejarme derrotar por las circunstancias, Leopoldo me esperaba en la entrada y me decía: Darling, demos la vuelta al ruedo dos veces y después te acompaño hasta la puerta. Y así lo hicimos muchas veces. Él fue mi Sir Galahad.

Hace más o menos tres años, Leopoldo me comentó en una de nuestras largas conversas que había escrito un libro. Le pregunté dónde estaba, y acordamos que me lo enviaría capítulo por capítulo. Así fue mi primera lectura de Vidas que conocí; por entregas.

A comienzos del 2015, con Leopoldo y Rafael invitados en mi casa, le indagué de nuevo: ¿Leo, que pasó con tu libro? Así comenzó esta aventura que terminó con esta bella edición que presentamos a cargo de Oscar Todtmann editores, con el entusiasmo de mi querida amiga Kira Kariakin y el mío, por supuesto.

La «clase del espíritu» es un término que usaba mi padre para describir a esas personas que saben vivir con elegancia, respeto, compasión y discreción. Ese es sin duda un talento que Leopoldo ha reflejado siempre a lo largo de su vida.

Hoy estamos aquí para celebrar su primer libro, porque escribir un libro no es cosa fácil, sobre todo si es de cierta manera autobiográfico. Es un asunto serio y a veces comprometedor que requiere una buena dosis de coraje, pero Leopoldo con su característico savoir faire ha logrado hacerlo, y lo pone a nuestra disposición para que con él revivamos esos tiempos maravillosos que quedan allí documentados como un pedazo de historia. Para disfrutarlos de nuevo y, sobre todo, para no olvidarlos.

Leopoldo y Caresse el día de la presentacion de "Vidas que conocí"
Leopoldo y Caresse el día de la presentacion de «Vidas que conocí»

Palabras pronunciadas por Caresse Lansberg en la presentación del libro Vidas que conocí, de Leopoldo Fontana.

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